La figura de Jesús González Mateos condensa mejor que nadie la intersección entre la comunicación, el poder político y las sombras del tráfico de influencias, sobre todo a partir de que la Hacienda Foral de Navarra haya revelado los vínculos empresariales entre Servinabar, la compañía participada por el inefable Santos Cerdan y Prestomedia, la compañía de medios y lobby que dirige.
De esta manera, no estamos hablando sólo del esposo de la política navarra Uxue Barkos, ex-presidenta del Gobierno de Navarra, sino ante todo de un actor central en el ecosistema de lobbies, medios y relaciones públicas en España y Bruselas, que ha acabado salpicado en los sumarios más sonados de la política reciente, como para demostrar que no sólo Crístibal Montoro o Pepe Blanco manejan el cotarro y que desde el ámbito de la comunicacion tambien se puede medrar.
Licenciado en Ciencias de la Información y en Ciencias Económicas por la Universidad Complutense de Madrid, González Mateos inició su trayectoria en los años ochenta como redactor en la CEOE y en el diario El País, pero pronto dio el salto a la dirección de medios como Europa Press, para más tarde orientar su carrera hacia la consultoría estratégica en comunicación y lobby institucional.
En 2006 fundó Prestomedia, una agencia que se autodefine como experta en relaciones públicas, gestión de crisis y marketing de influencia, con oficinas en Madrid y Bruselas y clientes tanto del sector privado como institucional.
El caso es que junto a su esposa, Uxue Barkos, ex-presidenta del Gobierno de Navarra, ha conformado uno de los tándems más influyentes del panorama político-mediático del norte peninsular, donde mientras uno mueve los hilos de la comunicación institucional y el lobby empresarial, la otra gestionó la administración foral en uno de los periodos de mayor relevancia, conformando una dualidad matrimonio-poder en la que los hechos se entremezclan y la sospecha encuentra terreno fértil.
El caso es que el estallido del denominado "caso Cerdán" ha colocado a Prestomedia y, por extensión, a González Mateos, en el ojo del huracán, de manera que la investigación, centrada en la empresa constructora Servinabar, ha detectado una red de supuestos pagos y comisiones irregulares por adjudicaciones públicas con epicentro en Navarra, precisamente en el periodo de Barkos como presidenta.
Según cuenta detalladamente el diario El Español, parece constatado que Servinabar, participada en un 45 % por el socialista Santos Cerdán, recibió más de 9 millones de euros en contratos públicos bajo el gobierno de Barkos; y entre los movimientos que están bajo lupa destaca el pago de 4.840 euros realizado en 2018 a Prestomedia por el patrocinio de un foro dedicado a “Smart Regions” en Bilbao.
La realidad es que pese a que los afectados afirman que la operación fue legal, pública y documentada como un simple patrocinio de un evento abierto y con factura declarada, este pago aparece destacado en el sumario judicial como una muestra de los lazos entre comunicación, medios, política y negocios en la Navarra de la última década, personificando el fenómeno español de puertas giratorias entre lo público y lo privado, o entre los medios y el poder, como se prefiera.
En este contexto, la biografía de González Mateos se convierte en toda una metáfora del poder invisible, partiendo de un simple periodista que se convierte en consultor de comunicación de grandes empresas, que dirige asociaciones de editores paneuropeas, que asesora a instituciones y que, a su vez, comparte vida y proyectos con una de las figuras políticas más relevantes de los últimos años.
Hasta la fecha, la justicia no ha encontrado pruebas sólidas de delito en los pagos de Servinabar a Prestomedia, pero el caso, más allá del desenlace penal final, se convierte en muy ilustrativo sobre cómo en la España actual la influencia de los grandes nombres del lobby mediático, personificadas en este caso en un comunicador, no sólo circula en la sombra, sino que en más de una ocasión se entrelaza, sin apenas fisuras, con el núcleo duro del poder político y económico. Y sobre todo muestra que no hace falta haberse dedicado a la política activa, como hicieron Cristobal Montoro o Pepe Blanco, para manejarse en este entorno.