Periodistas autómatas, teletipos que marcan la agenda informativa, reporteros sin alma, el dinero y la popularidad como pauta; es el panorama que dibuja Aaron Sorkin en el primer capítulo de The Newsroom, la nueva serie que HBO estrenó el pasado domingo en Estados Unidos, en la que puede verse una sala de redacción en decadencia que vive la crisis del periodismo desde sus entrañas.
Sorkin muestra en diálogos sin parpadeos su visión del periodismo, y de lo que no es periodismo. Esos diálogos le han valido críticas, pero también elogios, en lo que se ha convertido en una aproximación al deber ser, una muestra de cómo el cuarto poder se ha convertido una materia amorfa.
Cuenta 233º que Jeff Daniels y Emily Mortimer protagonizan una serie que se vale de estereotipos, que se mezclan entre becarios y reporteros de la vieja escuela, para construir una sala de redacción que despierta cuando los periodistas se dedican a lo que mejor saben hacer.
Sin sorpresas aparece la esperanza en una secuencia que muestra lo que puede conseguir una sala de redacción bien engranada. Es la danza caótica, la sincronía perfecta del trabajo en equipo, del hambre de los reporteros por contar la mejor historia, de la colaboración en conjunto para armar una pieza única. Y luego la satisfacción de la labor cumplida que se funde en aplausos espontáneos cuando una historia queda redonda y logra vencer al reloj.
Todo bajo la impecable dirección de Greg Mottola. Al final, el primer capítulo de The Newsroom no se esconde, quiere ser aleccionador, y en él se demuestra que la crisis está dentro de los medios, pero también que la salida está en el talento de sus gentes y en las ganas de hacer periodismo.